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devocionales la seguridad de los creyentes • Becoming a Disciple-Maker

La seguridad de los creyentes – The Disciple-Maker’s Devotional

“. . .y no perecerán jamás. . .”
– Juan 10:28

Silenciosamente deténgase para contemplar la inquebrantable certeza de la palabra “jamás” usada en Juan por nuestro Señor. En su contexto, Él estaba hablando de nosotros como creyentes cuando dijo: “. . . y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás . . .”. Considere esta realidad teológica – Si tan siquiera hubiera un pecador perdonado que hubiera puesto su fe en el Salvador y muriera y fuera separado de Dios, entonces todas las otras promesas del Espíritu Santo en la Biblia dejarían de tener sentido! Las palabras de Jesús: “. . . nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. ” (Juan 10: 29b) no significaría nada. Entonces no podríamos tener seguridad de salvación. Afortunadamente, sin embargo, todo lo contrario es cierto!

Jesús dijo: “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.” (Mateo 12:31). Excepto por la blasfemia contra el Espíritu de Dios, nuestros pecados ya han sido pagados por nuestro Salvador. ¡Esta es la maravilla de la gracia! La seguridad de la salvación que Dios da está totalmente disponible. Sólo necesita ser apropiada por la fe sincera en Jesucristo. En un momento solitario, que impacta la eternidad, nuestro sincero “sí” hace toda la diferencia. ¡En ese acto profundamente sincero de nuestra voluntad, la gracia de Dios se hace personal, libre y permanentemente nuestra! Dicho de otra manera, potencialmente, el don de la vida eterna ya le pertenece a cada persona en la tierra. ¡Pero esta paz y la seguridad sólo llegan a ser nuestra cuando dejamos de esforzarnos y empezamos a confiar!

La auto superación no tiene absolutamente ningún beneficio cuando se trata de la cuestión de la vida eterna. ¡Todo reposa sólo en la obra acabada de Jesucristo! La Biblia nos explica que estamos completamente indefensos cuando se trata de eliminar la mancha eterna de nuestra iniquidad. Sólo el sacrificio de Dios posee suficiente poder para purificar y perdonar nuestro pecado. ¡Su capacidad ilimitada para cambiarnos desde dentro abruma nuestro entendimiento! Para el tiempo y toda la eternidad, las promesas del Cielo fueron selladas para siempre cuando Jesucristo aseguró nuestra salvación. Esta transacción tuvo lugar en el momento de su muerte. El milagro de la gracia de Dios le proveyó sustancia a nuestro perdón cuando – Jesús anunció dolorosamente, “¡Consumado es!” (Juan 19:30) ¡Con esa declaración de victoria, nuestro Salvador literalmente se convirtió en el pecado de toda la humanidad! ¡En ese momento divino de amor insondable, se produjo un intercambio espiritual invisible que hizo posible la vida eterna! La Biblia explica este milagro diciendo: “ Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. ” (2 Corintios 5:21)

Nuestra seguridad descansa firmemente en las manos de nuestro Padre, así que nuestros temores y dudas puedan ser borrados. La verdad eterna es “porque nada hay imposible para Dios.” (Lucas 1:37) En lugar de interminables preguntas, ¡empiece a regocijarse! Recuerde que la duda deshonra la verdad y no puede expresar gratitud por lo que Dios tiene planeado para nosotros. La duda menosprecia la evidencia asombrosa del amor divino de Dios. ¿Acaso no dijo claramente: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.”? (Hebreos 10: 17b), y ¿no dijo: “No te desampararé, ni te dejaré . . .“?(Hebreos 13: 5b).

En un mundo herido y rebelde, el privilegio dado a cada testigo cristiano es la habilidad de compartir la alegría del cielo con confianza. ¡La seguridad está en el corazón mismo de su testimonio! Recuerde que la dependencia sobre su propia bondad limitada y sobre sus obras inconsistentes se usará predeciblemente por nuestro enemigo para hacerlo sentir culpa y miedo. Es la fe solo la que trae la paz y el gozo de la vida eterna. ¡La seguridad de su salvación es el regalo de Dios!

– By Billie Hanks

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