“Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin . . .”
– Apocalipsis 21:6
Las realidades crudas de la muerte física y de la eternidad fácilmente se ignoran temporalmente. Sin embargo, puesto que esta vida es diseñada para prepararnos para la próxima, no es posible escaparnos de ninguna de estas realidades. Hay dos verdades que la voluntad humana y las preferencias personales no pueden evitar para siempre. ¡Existir implica enfrentar la realidad! Cada uno de nosotros vivimos y estamos sujetos al gran privilegio y a la responsabilidad de escoger personalmente dónde y con quién pasaremos nuestro mañana – ¡para siempre!
La eternidad puede gozarse con nuestro Padre amoroso en el Cielo, o desgraciadamente podemos sufrirla con el archienemigo de la humanidad, Satanás. ¡No hay un campo intermedio! El desperdicio absoluto y el dolor de escoger la separación eterna de Dios se describe vívidamente en las Escrituras. Juan explica cómo el reino de nuestro enemigo finalmente será “. . . lanzado a la oscuridad . . .” Para dramatizar las consecuencias trágicas del pecado, dice, “mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo . . . y no se arrepintieron de sus obras.” (Apocalipsis 16:10b-11) El destino final de cada individuo es una decisión personal, pero el hecho de que siempre existiremos no puede ser alterado!
La eternidad es tan viable y confiable como Dios mismo. Sigue siendo tan vasta e intemporal como el universo. El tiempo aquí en la tierra es breve y fue diseñado para ser temporal. Sus horas principalmente proveen el proceso de descomposición de lo físico. La eternidad en contraste es espiritual – sin esfuerzo continúa sin descomposición – y ¡siempre ha existido sin referencia al tiempo! Recuerde que “. . . para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” (2 Pedro 3:8) Esta es la dimensión de la cual el Señor Jesús estaba hablando cuando declaró: “… antes de que Abraham naciera, Yo Soy” (Juan 8:58). Los líderes judíos de Su día comprendieron perfectamente lo que Él estaba diciendo. Ellos sabían que Él se estaba refiriendo a la eternidad y específicamente identificándose como su Creador preexistente. ¡Por eso inmediatamente su respuesta fue desear matarlo!
No hay diversidad con respecto a la salvación. La Biblia dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12) ¡Nuestro amoroso Salvador vino desde la eternidad para poder salvar nuestra eternidad! Para familiarizarnos con el reino de Su Padre, Él explicó:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.”
– Juan 14: 2
Ningún líder religioso, profeta, sacerdote, erudito, científico o filósofo ha afirmado venir de la eternidad ¡excepto Jesús! Por lo tanto, la humanidad queda con una sola decisión “sí o no”. Podemos aceptar lo que dijo acerca de la eternidad o podemos obstinadamente elegir creer nuestra propia concepción humana o la de otra persona. Si tratamos de definir la eternidad, tal como nos la imaginamos, lo hacemos a nuestro propio riesgo. ¿Por qué? Porque no tenemos pruebas creíbles para apoyar nuestra imaginación. Dios deliberadamente no nos dejó ninguna extraña versión mística oscura de la verdad. En amor, Él claramente nos comunicó Su mensaje, dejando un “ardiente sendero de luz” en la historia para que todo el mundo lo vea. ¡Hoy, llamamos a esa luz la Navidad!
Sólo el Señor podía proporcionar la luz necesaria para ayudarnos a llegar a casa. Por eso declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí.” (Juan 14: 6) Para algunos a quienes ustedes les testifican, el perdón de Dios puede parecer demasiado bueno para ser verdad – así que recuérdeles que “. . . porque nada hay imposible para Dios.” (Lucas 1: 37)
– By Billie Hanks Jr.