Así como esperamos el crecimiento físico de un bebé cuando nace, Dios ve nuestras vidas con una similar expectativa espiritual. Nuestras temporadas de crecimiento deberán continuamente agradarle a Él. Es por esto que la Biblia dice: “Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 2:18) y “Avancemos hacia la madurez” (Hebreos 6:1). Espiritualmente hablando, es saludable desear tener una fe más profunda, y espiritualmente no es saludable estar satisfecho y quedarnos así como somos.
La Biblia nos llama a que siempre crezcamos en servicio, pureza y santidad: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). El libro de 1 Pedro 1:15, 16 nos dice:
“Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: ‘Sean santos, porque yo soy santo.’ ”