“Jesús le dijo: créeme . . .” (Juan 4:21)
El Señor dijo “aquel que en Él cree” porque Él sabía que podíamos, y Él está listo para darle vida eterna a todo aquel que crea, porque ¡confiar es una elección! Recuerde que el propósito divino para Su venida fue “buscar y salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10). Perdido es como Él ve a toda la humanidad, de modo que el alcance de Su misión de rescate siempre ha sido universal. Sin importar cuán ofensivos sean nuestros pecados, en Cristo siempre hay más que suficiente gracia y poder para garantizar un nuevo comienzo. Esas Buenas Nuevas siguen siendo la esperanza eterna que el sólo el cristianismo tiene para ofrecer. Decir “sí” a Su salvación es la única decisión terrenal que podemos tomar que durará para siempre. Por diseño, el poder eterno de la salvación sólo puede ser experimentado después de haber sido aceptado por la fe.
Las decisiones que tomamos a diario reflejan quiénes somos y lo que realmente creemos. Ésta es la razón por la cual la Biblia dice “. . .yo te mostraré mi fe por mis obras.” (Santiago 2:18c) Lo que hacemos con nuestras oportunidades, influencia, pensamientos, tiempo y recursos financieros nos proporciona la prueba convincente de lo que más valoramos en la vida. Sin embargo, en sí mismas, aquellas acciones que claramente revelan nuestros valores permanecen impotentes para redimirnos. Es Cristo mismo, más que cualquier conjunto de reglas, obras o supersticiones humanas, quien verdaderamente importa. ¡Sólo Él está listo y es capaz de proveerle el perdón a la humanidad! Nuestras obras, por buenas que sean, no pueden eliminar las consecuencias eternas de nuestro pecado. ¡Es únicamente el increíble poder de Jesucristo lo que puede limpiar y cambiar nuestras vidas para siempre – y la fe es lo que libera ese poder en nosotros!
Al compartir su testimonio a lo largo del día, no se concentre en el comportamiento desagradable del pasado de alguien. Más bien, enfóquese en su grado actual de realización. Busque entender lo que él o ella realmente cree. Porque, con demasiada frecuencia, descubrirá que en realidad no saben. No olvide que el renacimiento espiritual tiene un comienzo marcado, sin embargo, después de eso, el crecimiento espiritual ocurre lentamente. Este proceso ascendente es la culminación de la búsqueda honesta del alma, junto con la obediencia sincera en respuesta a la oración y el estudio de la Biblia. Esta relación personal con Jesucristo cambia la vida y es la meta de todo discipulado cristiano. A través de ella, nuestros profundos anhelos por Dios son por fin satisfechos. Pablo caracterizó este cumplimiento interior como “. . . la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento . . .” (Filipenses 4:7). La existencia de esta extraordinaria paz es precisamente lo que los cristianos están llamados a disfrutar y compartir. Este renacimiento no se produce automáticamente; exige un compromiso deliberado de confiar en Cristo. Para resumir esto Pablo declaró: “no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1:16).
El propósito de su testimonio no es simplemente mejorar o alterar el comportamiento de alguien. Dios el Espíritu Santo suplirá esa necesidad una vez que entre en su corazón arrepentido. Así que revisemos: el primer paso es orar para que Dios produzca convicción personal y conciencia del pecado. El segundo paso es explicar la esperanza y la certeza del amor y el perdón de Dios con tanta claridad que cualquiera puede entenderlo y actuar sobre él.