“Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.”
– Juan 14:7-9
Esta declaración sorprendió al mundo antiguo y su impacto sólo se ha aumentado durante los últimos 21 siglos. ¡Le creyeron al que estaba hablando, porque había sanado a los enfermos, caminado sobre el agua y vivido sin pecado! Luego, después de Su muerte y resurrección, se reunió siete veces con los que lo conocían mejor y fue visto y oído por aproximadamente 500 personas. ¡Es por eso que durante estas 70 generaciones, Sus palabras han movido al mundo hacia la fe, el amor, la esperanza y el perdón!
No existiría el relato de la Navidad si la identidad del Mesías no hubiera sido revelada mediante su nacimiento virginal y el anuncio inolvidable angelical. Por fin, el Salvador de la humanidad había llegado. Su encarnación fue la bendición más grande que el mundo jamás ha experimentado. En quietud medite en esta declaración asombrosa, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Juan 1:14, 18) Es claro: conocer al Hijo encarnado de Dios era conocer a Su Padre también. Medite sobre la profecía del Señor a Sus discípulos, “Vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.” (Juan 14:20)
El milagro de Su encarnación fue el origen de todos los demás milagros que hizo. Sus actos en la tierra expresaron mucho más que Su propia iniciativa, así que explicó, “Como el Padre me mandó, así hago.” (Juan 14:31) Fue la encarnación la que permitió que la gracia incomparable de Dios fuera experimentada a través de las señales.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
– Romanos 5:8
Si Jesús no fuera Dios, el intercambio milagroso que ocurrió en la cruz nunca hubiera ocurrido. Pablo explicó, “Al que no conoció pecado (Jesús), por nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21) ¡Este sacrificio increíble, es decir, intercambiar al Perfecto por lo imperfecto, al Santo por lo impío, al Creador por lo creado, demostró el supremo amor agape del Padre! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito . . . ” (Juan 3:16).
Hay un solo Dios, y ese Salvador se nos reveló a nosotros en Belén. Por eso, en Navidad, cuando los cristianos están cantando, y en forma unida dirigen la vista de la humanidad hacia el Salvador, tome consciencia de que simultáneamente les estamos dirigiendo la vista hacia el Padre que Lo envió. La Biblia declara, “Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador . . . antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí.” (Isaías 43:3, 10) ¡Conocer personalmente al que fue enviado es conocer al que lo envió!
– By Billie Hanks Jr.